“Todo bien… pero mejor no digas nada”.
Por Florencia Magnaterra
Muchas veces, en el
tiempo que hace que vengo haciendo mi coming
out[1]
como lesbiana, diversas personas me han preguntado -después de hacer la sentida
y tranquilizadora aclaración de “está todo bien”-: “¿pero para qué andar
ventilándolo?, ¿por qué… si es parte de tu intimidad?”. Y mi respuesta ha sido
bien contundente: porque lo que no se nombra no existe.
Ser lesbiana no es
parte de mi intimidad como no lo es ser heterosexual. Todo lo visible, todo lo
construido en torno a y lo que gira alrededor de la heterosexualidad, -léase
matrimonio, luna de miel, salidas de parejas, hijas/os, escuela, mamás de
las/os amiguitas/os de mis hija/os, reuniones con la maestra, cumpleaños;
prácticas, rituales sociales por donde la heterosexualidad circula implícitamente,
como un dato constitutivo y presupuesto- toda esa visibilidad de que goza
“espontáneamente” la heterosexualidad podemos pensarla como sustraída a la
visibilidad de la existencia lesbiana[2].
Ser heterosexual no
es un dato de la intimidad porque todo el mundo supone a todo el mundo como
heterosexual. La heterosexualidad está naturalizada, abrumadoramente
naturalizada… por eso no se explicita. Pero respiramos heterosexualidad,
vivimos permanentemente en una atmósfera heterosexual.
¿No es razonable
pensar, entonces, que para nosotras las lesbianas no esté todo tan bien con ese
silencio, con ese “¿para qué?... mejor no digas nada”. ¿No es sencillo entender
que algo hemos perdido -y seguimos perdiendo- en ese silencio, en ese estar
calladas, guardadas, retaceadas? ¿Y acaso el mundo no se está perdiendo también
algo de nosotras?
Visibilidad es para
nosotras sinónimo de existencia; si no somos visibles no existimos porque la
sociedad y cultura hegemónicas intentan mantenernos ocultas, silenciadas,
negadas. La invisibilización, la falta de reconocimiento de nuestra existencia
lesbiana es el gran armario en el que se nos coloca permanentemente. La LESBIANBANDA es una
herramienta para responder y desarmar la violencia de este gran armario y es la
manera que encontramos de llegar a otras lesbianas, de que otras lesbianas nos
vean y nos escuchen así como nos presentamos, con colores, con tambores e
inundadas de música, festejando nuestra existencia lesbiana en la total
luminosidad y transparencia de lo público. Orgullosas, dignas, plenas,
desandando y sanando las vergüenzas y dolores que acumulamos, plantándonos en
el mundo con todo lo que somos y todo lo que tenemos para dar.
La violencia que
sufrimos las lesbianas, por rechazo, por omisión, por exclusión, es una
violencia en definitiva que la sociedad se imparte a sí misma, como todas las
violencias. La opresión que sufrimos las mujeres en esta milenaria cultura
patriarcal tan asentada aún, es también una violencia que la sociedad se da a
sí misma. Todas las vidas a medias, las postergaciones, toda la creatividad
apagada por el miedo y no brindada al mundo es algo de lo cual nos estamos
privando todos los seres. Nuestro deseo es construir una sociedad sin
violencia, donde todas y todos podamos desarrollar y ofrecer al mundo todo lo
que tenemos para dar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario